Heridos ciudadanos, heridas señuelas, heridos caballetes,
me dirijo a lo más profundo de vosotros y confundo lo que fundo con una ofrenda de funda para la punta fina. Mil humildes milongas: vacunas de lo vacuo, adormideras de la patria apatía.
Si estoy aquí es por algo esporádico que radica en la dicotomía intrínseca de vuestras humedades, ansiosas por chorrear la empatía del empate. No estante os instigo a oler el trigo de nuestra amarilla esperanza… cuando os venga el olor no os piraréis en el empeño sino que os inspiraréis para el desempeño de vuestras ombligaciones infusas. Tenéis que ser lo que sois, os lord heno!
Preparo un movimiento pendular en mi trayectoria, ando donando sinergias pacificadoras, estrepitosos arrebatos de calma chicha a puerta fría. Os transmito mis invacaciones en un intento de tentar a vuestros poderosos tentáculos. Somos valientes y vamos lentos, os quiero no amilanados a mi lado, os convoco con poco, con estas palabras, honestas palabras. Os espero sin peros. He estado tonteando soluciones… y ya tengo alguna que otra costra arrancada de cuajo.
Salgo despedido de vosotros hasta McBeth.
Un coloquial abrazo de vuestro amigo y presidente,
Alfredo Miñambre.
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